Francisco GIMENO MENÉNDEZ (coord.), El Poema de Mio Cid. Nuevas revisiones críticas, Alicante, Universidad de Alicante, 2021. 331 p., ISBN 978-84-9717-759-7
En el año 2019 apareció una monografía del profesor Francisco Gimeno Menéndez sobre la Historia antropológica de los romances hispanos, San Millán de la Cogolla, en la que ponía de manifiesto la importancia de una nueva historia, como una de las más importantes labores de la lingüística histórica y románica. F. Gimeno ha sido catedrático de Lingüística histórica, Dialectología y Sociolingüística españolas de la Universidad de Alicante, donde ha ejercido la docencia desde el curso 1971-1972. En esta obra se presenta como coordinador y autor. En nuestros días, el modelo neogramático que aplicó Ramón Menéndez Pidal a su edición del Cantar de Mío Cid (1908-1911) es obsoleto y contradictorio. Gimeno emplea otro modelo (la sociolingüística histórica).
El presente libro está compuesto por tres capítulos: “La normalización escrita de la épica castellana” a cargo de Francisco Gimeno, “El feudalismo y la Reconquista” por José Fernando Domene Verdú y “Estudio lingüístico y edición crítica” de Máximo Torreblanca Espinosa. Los dos primeros autores se han inscrito dentro de la sociolingüística histórica. M. Torreblanca en el funcionalismo diacrónico. M. Torreblanca y F. Gimeno siempre fueron amigos y colegas. El primero desempeñó su tarea en la Universidad de California Davis y el segundo en la de Alicante. Por otra parte, J. F. Domene pertenece a la Universidad alicantina.
El profesor Gimeno (pp. 13-107) se refiere al primer documento poético de la lengua francesa, la Cantinela de Santa Eulalia, escrita hacia el año 880. El poema hagiográfico francés más antiguo fue La vie de saint Alexis, poema anónimo. En cuanto a la métrica se podría considerar como el creador y el predecesor del decasílabo (4+6), en estrofas de cinco versos asonantes en la cuarta, precedente del tipo de versificación utilizado en las canciones de gesta. La más antigua de las epopeyas francesas fue la Chanson de Roland, conocida a partir de un texto de finales del siglo xi. La abadía de Roncesvalles se convirtió en uno de los focos de elaboración y propagación de la leyenda, donde pudo recogerla el autor-monje de la Chanson. Esta obra fue más bien una Chanson de Carlomagno o de la cristiandad. El autor Turoldo fue un monje con ciertos conocimientos de la topografía del norte de España (Luis Rubio García, 1971).
Las condiciones históricas, sociológicas, culturales y jurídicas de finales del siglo xi y del xii determinaron la normalización escrita del romance castellano en el Fuero de Avilés (1155), de autor occitano (Rafael Lapesa, 1948). La Historia Roderici, escrita en latín antes del año 1110, fue la fuente de inspiración del Poema, por parte del autor-monje burgalés (y de su historicidad), a principios del siglo xiii (1207), quien insertó variantes cultas del siglo xii (paragoge, asonante, -e etimológica, apócope de -e, amalgamas y el calco sintáctico del orden latino de palabras).
El autor del Poema del Cid fue Per Abbat, quien defendía con entusiasmo las cruzadas y la victoria de la Chanson de Roland contra los enemigos de la cristiandad. De esta manera, puso sus conocimientos al servicio del ideario cristiano y en el noble castellano. Per Abbat lo acabó en 1207, así figura en su éxplicit. F. Gimeno reclama su inclusión dentro del mester de clerecía. El autor poseía un profundo conocimiento de la Poética, y se escribió en la abadía benedictina de los santos Pedro y Pablo de Cardeña, esta abadía está relacionada documentalmente con Rodrigo Díaz. El monasterio de Cardeña como lo hizo anteriormente la abadía de Roncesvalles se convirtió en uno de los focos de elaboración y propagación del Poema del Cid. Menéndez Pidal desestimó la hipótesis románica de creación de los Poemas con determinados monasterios relacionados con los héroes.
El célebre Becerro gótico de Cardeña (1086) (José Antonio Fernández Flórez y Sonia Serna, 2017) fue el gran cartulario castellano, realizado en la segunda mitad del siglo xi. El códice del Poema del Cid conservado en Madrid fue de un clérigo burgalés, quien copió el colofón de Per Abbat de 1207, según edición crítica de M. Torreblanca. El Poema cidiano imitó modelos franceses y procedimientos expresivos de la épica francesa. Ahora bien, nuestro Poema renovó totalmente el género atendiendo a su propio público y al espíritu castellano. F. Gimeno afirma que el Poema de Mio Cid nunca pudo ser escrito en la primera mitad del siglo xii. Y que el Fuero de Avilés fue el modelo de normalización escrita de la épica castellana que culminó con la obra de Per Abbat.
J. F. Domene (pp. 109-140) defiende la verdadera autoría del Poema. No sería un juglar o dos como decía Menéndez Pidal, sino un monje burgalés multilingüe del monasterio de San Pedro de Cardeña. Así lo sugirió en 1779 el primer editor del Poema, T. A. Sánchez. El fenómeno medieval de las cruzadas y su versión hispana, la Reconquista, se reflejó en la literatura. Ese hecho cristalizó en los poemas épicos: la Chanson de Roland en Francia y el Poema de Mio Cid en Castilla. La Chanson se escribió justo después del Concilio de Clermont-Ferrand (1095). Este Concilio dio origen a la primera cruzada, animada por el Papa. El Poema cidiano fue escrito dos años antes de la cruzada contra los albigenses (1209), y solo cinco años antes de la batalla de las Navas de Tolosa (1212), la más importante de la Reconquista.
Ambos poemas tuvieron como finalidad promocionar operaciones militares. En Francia, las cruzadas; en la Península Ibérica, la Reconquista. La religión era el motivo por el cual se hacía la guerra. También se exaltaba en ambos poemas a la monarquía, que dirigían los ejércitos cristianos. En la Chanson a Carlomagno; en el Poema, al rey Alfonso VI, aunque en este caso se encumbraba la lealtad del Cid hacia su rey que lo había desterrado. El destierro del Cid en 1081 estaba regulado en el Liber Iudiciorum y en el Fuero Viejo. El rey Alfonso VI consideró traidor al Cid por no acudir a ayudarlo en el levantamiento musulmán de Aledo en diciembre de 1088.
M. Torreblanca (pp. 141-289) presenta la siguiente propuesta: nunca existió una versión escrita del Cantar a fines del siglo xii, ni durante el siglo xiii. La transmisión del Cantar fue siempre oral hasta que Per Abbat puso por escrito el Cantar del Cid, al dictado. Esto es, un juglar recitaba el Cantar, mientras que Per Abbat lo escribía. Otra propuesta: Menéndez Pidal afirmaba que el escriba del Cantar (Per Abbat) se sirvió de un texto anterior. Nunca se encontró ese texto. No se han conservado ninguna versión escrita del Cantar desde el año 1200 hasta el 1300. Lo único que tenemos es un manuscrito del Cid de comienzos del siglo xiv. Lo demás es mera especulación sin fundamentos lingüísticos. Por otro lado, todas las características del Poema aparecen también en los documentos castellanos de fines del siglo xiii o comienzos del xiv. No hay evidencia científica de que el escriba del siglo xiv haya utilizado algún manuscrito anterior.
Esta obra, como su título indica (Nuevas revisiones críticas), supone un avance importantísimo acerca de lo que sabíamos del Poema de Mio Cid: nuevos datos, nuevas informaciones, nuevos planteamientos. La ciencia se renueva y la lingüística histórica y románica no es ajena a estas renovaciones científicas.