Marie-Hélène MAUX y Marc ZUILI (dir.), Les traductions de la littérature espagnole (XVIe-XVIIIe siècle) / Las traducciones de la literatura española (siglos XVI-XVIII) Paris, L’Harmattan, 2021, 326 p., ISBN : 978-2-343-23648-3
Durante el Humanismo renacentista, el babélico espacio europeo asiste a la consolidación de las lenguas vernáculas como formas de expresión de las bellas letras nacionales. En este fragmentado panorama, la práctica traductiva se erige en una potente herramienta capaz de rebasar las fronteras políticas y geográficas. No es de extrañar, pues, que el propio Cervantes reflexione sobre el ejercicio traductológico:
[…] me parece que el traducir de una lengua a otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés, […] y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel. (Segunda Parte del Quijote, Cap. LXII).
Les traductions de la littérature espagnole (xvi-xviii) / Las traducciones de la literatura española (siglos xvi-xviii), obra dirigida por Marie-Hélène Maux y Marc Zuili, y publicada por la editorial L’Harmattan, desafía, con gran acierto, y poderosos argumentos en mano, las palabras del caballero de la triste figura, reconociendo a los traductores su inefable importancia como difusores de la cultura española y como catalizadores de intercambio y confrontación de ideas. Al mismo, destaca el valor crucial de la traducción literaria en lengua vulgar como testimonio tangible de alteridad, especialmente propicia para ser explotada como material didáctico, desde los albores del Cinquecento hasta las últimas luces del xviii.
Las once contribuciones reunidas en esta obra, reelaboraciones, en su mayoría, de comunicaciones presentadas en el encuentro científico internacional Les traductions de la littérature espagnole en Europe à l’époque classique : textes, traducteurs et outils, celebrado los días 26 y 27 de noviembre de 2018 en la Universidad de Versailles Saint-Quentin-en-Yvelines y el Palacio de Versalles, están redactadas ora en francés ora en español, y vienen rubricadas por expertos procedentes de universidades francesas, alemanas y españolas. Precedidos por un elocuente y esclarecedor prefacio en el que se deja constancia de los objetivos perseguidos, así como de la originalidad del enfoque que recibe la obra, los capítulos se organizan en dos bloques temáticos dedicados, uno, a la figura del traductor, sus acercamientos metodológicos y los materiales empleados a modo de herramientas de apoyo en la práctica traductiva; y, otro, a la recepción de las traducciones en las diferentes culturas y tradiciones literarias de acogida, destacando su importancia como material didáctico para la enseñanza del español como lengua extranjera. La obra se cierra con un índice onomástico y una nutrida bibliografía que aúna todas las referencias citadas a lo largo de las diferentes contribuciones, demostrando que, pese a la complejidad y heterogeneidad del tema abordado, la obra constituye un conjunto coherente y cohesivo.
En una época en la que la teorización sobre lo que podría considerarse una proto-traductología se encuentra todavía en ciernes, la figura del traductor reviste de una importancia trascendental, pues “à l’origine de l’acte de traduire se trouve le traducteur” (p. 7). Su propia experiencia vital y su formación, así como las circunstancias en las que se desempeña la labor de traducción y los objetivos que persigue van a condicionar la metodología empleada y el resultado obtenido.
El restablecimiento, a partir de fuentes documentales, de los principales hitos biográficos de Gabriel Chappuys, prolijo traductor renacentista, así como el estudio pormenorizado de su producción han llevado a Damien Millet y Anaïs Thiérus a constatar que, en muchos casos, las traducciones de textos españoles de Chappuys tomaban como fuente versiones latinas o italianas. Las razones que lo habrían impulsado a traducir textos literarios escritos en una lengua que no dominaba, aducen ambos investigadores, podrían obedecer a estrategias comerciales: “assurer ses moyens de subsistance” (p. 25). Por esta razón, el traductor intenta diversificar su nicho de mercado, aumentando su producción, y la fuente de patrocinio, probablemente llegando incluso a ser el responsable de un taller de traducción. Si la profusión de su obra ha sido tachada, en ocasiones, como la culpable de su negligencia traductiva, ya por ser demasiado literal, ya por alejarse en demasía del texto primigenio, lo cierto es que esta oscilación es el reflejo mismo de una incipiente traductología en lengua vulgar.
En el caso de Alfonso de Ulloa, las razones que justifican la considerable modificación que sufre su autotraducción al italiano de uno de sus Comentarios, concretamente del Successo de la jornada que se començò (sic) para Tripol año de 1559 y se acabó (sic) en los Gelves el de 1560, lejos de ser de naturaleza económica o financiera, obedecen, antes bien, a motivaciones de índole personal –relacionadas con el enaltecimiento de su estirpe– y política. En efecto, como señala Françoise Richer-Rossi, Alfonso de Ulloa, en su faceta de traductor, va a asumir el rol de “médiateur entre sa patrie d’origine, l’Espagne, et sa terre d’adoption, Venise” (p. 41). La minuciosidad del cotejo de los textos fuente y meta muestra que tanto los fragmentos añadidos a la versión italiana como las infidelidades y, en menor medida, las supresiones que esta presenta con respecto al texto original tienen por finalidad el producir en el lector italiano la misma reacción que la que perseguía el Comentario original en un lector español, lo que justifica la su máxima: “écrire puis se traduire, pour mieux se dire” (p. 63).
El concienzudo análisis que Marc Zuili nos ofrece de las primeras traducciones, en francés e italiano, de la Floresta española de apotegmas, o sentencias, sabias y graciosamente dichas, de algunos españoles¸ además de aportar algo de luz a la oscura biografía de sus traductores respectivos –Jean Pissevin y Francesco da Venetia–, pone de manifiesto la falta de sistematización en la práctica traductiva todavía en las primeras décadas del siglo xvii, sobre todo en lo que se refiere al modo en el que se van a salvar los escollos traductológicos. Mientras, en la versión francesa, estos se resuelven modificando notablemente el texto original –eliminación de pasajes, incorporación de añadidos, paráfrasis explicativas de juegos de palabras, aclaración de referencias culturales, emisión de juicios de valor, etc.–; en el texto italiano se huye de todo intervencionismo. Con independencia de la pertinencia traductológica que, asíncronamente, se pueda atribuir a las versiones estudiadas, lo cierto es que ambos traductores contribuyeron sobremanera a la difusión de la cultura española compendiada en esta obra, lo que, al mismo tiempo confirma “l’excellente circulation des œuvres dans l’Europe du xviie” (p. 83).
Aunque, durante mucho tiempo, la praxis traductológica va a caracterizarse por su labilidad y no exista una correlación directa entre un traductor y su metodología, lo cierto es que empiezan a atisbarse prácticas particulares que pueden afirmar o infirmar la autoría de ciertas traducciones. Esto lleva a Marie-Hélène Maux a proponer, a partir de la singularidad que, dentro de su tradición editorial, constituye la traducción francesa de los Diálogos Familiares de Juan de Luna, la existencia de dos bloques de diálogos, cuya paternidad diferiría, desdiciendo, por consiguiente, la tesis defendida por aquellos que ven en Oudin el traductor de todos los diálogos. En efecto, la autora señala que, contrariamente al texto francés de los diálogos del segundo bloque, plagiados de los propuestos por Oudin, la traducción de los cinco diálogos del primer bloque –los introducidos por primera vez por Luna, y cuyo autor, propone Marie-Hélène Maux, podría ser Vital d’Audiguier– se caracteriza por su “finesse” y su “audace” (p. 86). De hecho, las modificaciones experimentadas por el texto fuente –introducción de moduladores de cortesía, reformulaciones, suavizamiento de la formulación…–, poco frecuentes en la práctica traductiva de Oudin, contribuyen a dotar el intercambio dialógico de gran idiomaticidad y de adecuación estilística y pragmática, tema sobre el que versa, curiosamente, el primer diálogo de Luna.
Como consecuencia del desarrollo de la teorización traductológica, se va evidenciando la necesidad de dotar a los traductores no solo de un sólido aparataje metodológico sino también de un rico utillaje que facilite su tarea, entre ellos, los de carácter lexicográfico. No en vano, muchos traductores también llevaron a cabos labores de lexicógrafos. En su contribución, Carmen Cazorla Vivas, ilustra, a través del léxico gastronómico que aparece en El Quijote, el grado de interrelación existente entre literatura, traducción –en concreto en francés, italiano e inglés– y lexicografía monolingüe y bilingüe. Además de su importancia como tema recurrente en la obra cervantina, el vocabulario gastronómico presenta la característica de ser altamente idiosincrático, al introducirnos en “el universo cultural de un lugar determinado” (p. 126), difícilmente transferible a otras lenguas, y altamente críptico a los ojos de un lector desconocedor de la cultura española. Tras identificar y contextualizar las voces estudiadas en las diferentes traducciones del Quijote, la autora recurre a la consulta de sus respectivas definiciones en los principales diccionarios disponibles en la época. El estudio muestra una falta de sistematicidad en el tratamiento de este vocabulario, sobre todo, en el que no es compartido por las dos esferas lingüísticas comparadas, yendo desde el calco literal al equivalente funcional, la paráfrasis y la glosa descriptiva. Además, se pone de manifiesto la riqueza con la que se detallan estas entradas en las obras lexicográficas, lo que las erigía, ciertamente, en herramientas útiles para la praxis traductiva.
El segundo bloque de artículos, además de describir la situación de la traducción literaria, tanto en el plano comercial –como vector de difusión cultural europea– como editorial, insiste en su papel esencial como material y recurso didáctico en el ejercicio de enseñanza-aprendizaje del español como lengua extranjera, desde el Renacimiento hasta las postrimerías del siglo de las Luces.
Junto con las gramáticas y las obras lexicográficas, destacarán, en el magisterio de lenguas vernáculas, obras de carácter dialógico que apelan a la praxis traductiva tanto en su origen –productos resultantes de traducciones– como en su explotación didáctica. La especificidad del género dialógico, de interés para la literatura y la historiografía lingüística, hace necesario, según Diana Esteba, establecer una denominación que lo relacione y, al mismo tiempo, marque distancias con los diálogos escolares. Además de argumentar la elección denominativa –diálogos didácticos-lingüísticos–, la autora los caracteriza en su hibridismo disciplinar y su heterogeneidad interna, poniendo manifiesto su potencial como herramienta de explotación didáctica variable en complejidad, y adaptable a las necesidades del público aprendiente. La investigadora señala, además, la negligencia con la que se ha tratado la naturaleza translingüística de los diálogos, y destaca su alentador potencial como corpus de estudios pragmalingüísticos, articulado en torno a dos ejes: uno horizontal –ocupado de la relación genética de las tradiciones editoriales– y otro vertical –en las que se analizan las diferentes ediciones de un mismo diálogo didáctico-lingüístico. Completa su estudio con una aplicación práctica sobre las modificaciones sufridas por los constituyentes de la serie Minsheu.
El estudio que Susan Baddeley lleva a cabo sobre la recepción de la novela sentimental Tractado de amores de Arnalte y Lucenda, de Diego de San Pedro, en Inglaterra, además de esclarecer el contexto en el que se realizan y distribuyen las traducciones, permite ver cómo la propia recepción de la obra supedita su devenir y condiciona su tradición editorial. Tras describir el panorama general del mercado de traducciones de textos españoles en Inglaterra, la autora se centra en el estudio de la tradición editorial de la citada obra, traducida al inglés, por primera vez, por John Clerk a partir de la versión francesa de Nicolas Herberay des Essarts, persiguiendo una finalidad didáctica. Tomando esta primera traducción inglesa como texto fuente, se elabora una parodia, que, según Susan Baddley, conoció un sonado éxito en Inglaterra. De hecho, la popularidad de estas dos versiones hace que un enseñante de francés, Claude Sainliens, traduzca al inglés este texto de origen español, pero a partir de una traducción italiana, transformándolo en un manual de enseñanza de italiano, desnaturalizando su origen y haciéndolo proceder, siguiendo una estrategia comercial, directamente del griego.
La compilación de textos literarios reunidos como antologías con fines didácticos es el tema central del estudio que lleva a cabo Carmen Quijada Van der Berghe. A través del escrutinio de un corpus de nueve crestomatías, que cubren el período comprendido entre el s. xvii y el s. xix, la autora pone de manifiesto la evolución experimentada por este género, lo que la lleva a establecer una taxonomía basada en la finalidad que estas persiguen en el marco de la enseñanza del español como lengua extranjera. Esta clasificación encuentra, además, una correlación en su evolución diacrónica. Las primeras crestomatías, junto con el objetivo común de difundir “las letras españolas más allá de nuestras fronteras” (p. 184), aspiran a consolidar ciertos cánones poéticos y estéticos, con lo que apelan a una herencia preceptiva-retórica clásica. Un segundo grupo de crestomatías apuesta por la consolidación de un género literario propio, en el que se diversifica la naturaleza de las composiciones literarias que la integran para ofrecer un rico panorama de las letras hispanas, y, al mismo tiempo, asegurar, mediante su lectura, la comprensión escrita y la preconización de ciertos modelos literarios. De manera casi paralela, emerge un tercer grupo de crestomatías, cuya finalidad será eminentemente lingüística, consecuencia del auge que experimenta, a partir del siglo xviii, la metodología gramática-traducción en la enseñanza de lenguas extranjeras. Esta situación posicionará a las antologías literarias como una herramienta fundamental en el proceso gradual de enseñanza-aprendizaje de lenguas extranjeras, al mismo nivel que las gramáticas, los diálogos o las obras de tipo lexicográfico, pudiendo incluso integrar parte del contenido propio de estos materiales, en los textos reunidos, bajo forma de glosas aclaratorias o de aparataje gramatical accesorio.
Uno de los textos que, nos atrevemos a asegurar, sin duda, ocupaban un lugar privilegiado en las crestomatías es El Quijote, obra cuyas primeras traducciones al francés y al alemán, a manos de Oudin y Pahsch Basteln von der Sohle respectivamente, motivan la contribución de Susana Azpiazu Torres. La autora se centra, en concreto, en el grado de acierto con el que estos traductores supieron trasladar la dualidad de los quijotismos, caracterizados por el anacronismo y la especificidad del lenguaje de las novelas de caballería, que, al mismo tiempo, encumbran al caballero andante como experto y lo ridiculizan. Si bien, tradicionalmente, la crítica ha señalado la negligencia con que estos han sido tratados en ambas versiones, lo cierto es que su detallado análisis parece matizar la severidad con la que se han venido juzgando. A pesar de las claras diferencias existentes entre las praxis traductivas de Oudin –caracterizada por su literalidad sistemática y la profusión de notas aclaratorias– y de Basteln von der Sohle –quien altera el texto y elimina todo lo que resulta accesorio e impide la inteligibilidad de la traducción–, se demuestra que, dentro de las posibilidades que permitían la flexibilidad sintáctica y léxica de cada lengua, ambos traductores intentan y, en ocasiones consiguen, reflejar la dualidad de los quijotismos, siendo Basteln von der Sohle quien se muestre más certero al intensificar el barroquismo de su prosa.
Aunque, como vemos, los textos literarios copan gran parte del mercado traductivo en el periodo estudiado, lo cierto es que no son los únicos. Un claro ejemplo de esta diversidad temática, la encontramos en la obra, cuya descripción y detalle de difusión en Inglaterra y Francia en el s. xviii, nos ofrece Cristina Marinas en su contribución: Museo pictórico y escala óptica de Antonio Palomino. Si bien la obra primigenia estaba estructurada en tres partes –Theórica de la pintura, Práctica de la pintura y Parnaso español pintoresco y laureado–, solo esta última, que constituye la primera antología biográfica de artistas españoles, se traducirá y conocerá un éxito notable en Francia e Inglaterra. De hecho, el Parnaso será el origen de una tradición editorial en la que, en función de los gustos e imposiciones estéticas imperantes en los países de acogida, se añadirán, modificarán o eliminarán autores o se abreviarán y seleccionarán las vidas y obras de los 226 artistas contenidos en el texto de partida, que no siempre será utilizado como texto fuente para las diferentes versiones, de manera que se ve traicionada la finalidad con la que Antonio Palomino la concibió, como “une défense encyclopédique en faveur de la libéralité et de la noblesse de la peinture” (p. 223). El esmerado estudio que realiza la autora de tres versiones del Parnaso: la traducción inglesa de 1739, la versión española abreviada de 1742 y la traducción francesa de 1749, la llevan a concluir que, pese a la desnaturalización del propósito inicial de la obra, queda de manifiesto el incipiente interés que suscita el arte español en una atmósfera artística, hasta ese momento italocéntrica, en el que dominaba el gusto dogmático por el clasicismo.
Cierra el segundo bloque de contribuciones, el estudio que realiza Daniel M. Sáez Rivera sobre la tradición editorial en la que se inscribe el último diálogo de los Nouveaux dialogues des morts (1683), entre Hernán Cortés y Moctezuma, de corte clasicista francés. En un primer momento, Francisco Sobrino (1708) se apropia de él para nutrir sus diálogos escolares bilingües, destinados a la enseñanza-aprendizaje del español. Posteriormente, estos, incluido el plagiado a Fontenelle, servirán de inspiración al hatero Luis Joseph Peguero para elaborar su “trasuntada” Historia de la conquista de Santo Domingo (1762-1763). En el primero de los casos, como señala el autor se “mezcla la apropiación-domesticación cercana a les belles infidèles” (p. 263), pero solo en lo que se refiere al nivel macrotextual, pues como arrojan los datos del análisis realizado, el nivel microtextual se caracteriza por su fidelidad en aras de garantizar la equivalencia pragmática. En el caso de Peguero, el texto meta se reviste de un acentuado componente americanizador, que encuentra su reflejo no solo en el léxico utilizado sino también en el resto de niveles lingüísticos analizados en el estudio.
Los enfoques epistemológicos adoptados en la elaboración de los distintos capítulos, así como los argumentos esgrimidos por los diferentes especialistas y los resultados liminares obtenidos se entrelazan, a modo de urdimbre, en el tejido textual que hace perceptible una serie de motivos recurrentes –tradición editorial, dicotomía autor vs. traductor, idiomaticidad vs. literalidad, difusión cultural, etc.– y de espacios comunes –inestabilidad de praxis traductiva, supeditación de la producción a factores extra-traductivos, importancia de la traducción como método o recurso de lenguas extranjeras, figura del traductor como difusor cultural, etc.– que constituyen, al mismo tiempo, los ejes federadores de la obra, a los que se une ecoicamente, como un reclamo, la necesidad de aplicar las técnicas propias de las humanidades digitales en aras de profundizar y sistematizar los estudios en los que convergen literatura, traducción y didáctica de lenguas.