Claire TAYLOR, Electronic Literature in Latin America: From Text to Hypertext
Palgrave Macmillan, col. New Directions in Latino American Cultures, 2019, 272 p., ISBN 978-30-30309-8-79
Claire Taylor presenta una reflexión sobre la literatura hipertextual en América Latina, dividida en siete capítulos. A lo largo de una introducción detallada, la autora examina y cuestiona el impacto de las tecnologías digitales dentro del contexto literario, enfocándose particularmente en el hipertexto. En ese sentido, estudia tanto las primeras posturas teóricas del hipertexto de George P. Landow, Jay David Bolter, y Stuart Moulthrop, como las de Espen J. Aarseth, Katherine Hayles, Janet Murray, entre otros. Pese al discurso tecnológicamente determinista, positivista, y de empoderamiento de algunas posturas como las de Landow, Taylor advierte que hay en ellas aspectos no abordados como la desigualdad en cuanto al acceso a las tecnologías digitales lo que daría lugar a un “desempoderamiento” tecnológico (8). A partir de esta postura crítica, el objetivo del libro es proponer un marco de estudio de los géneros literarios digitales contemporáneos desde una perspectiva que resiste al determinismo tecnológico. Para ello, Taylor explica la manera cómo seis autores latinoamericanos (Doménico Chiappe, Belén Gache, Carlos Labbé, Eduardo Navas, Jaime Alejandro Rodríguez y Marina Zerbarini) intentan desenmascarar las desigualdades estructurales defendidas por el tecnocapitalismo, ubicando dichas reflexiones dentro del marco de los estudios culturales digitales de Izquierda.
En el análisis de Pentagonal: incluidos tú y yo de Labbé (2001), se profundizan tres aspectos especialmente: por una parte, el legado de los medios de comunicación, -en este caso del periódico- y la manera cómo este es resemantizado a través de la tensión entre lo “fáctico” y lo “ficcional” (72). En segundo lugar, la técnica del collage como experimentación literaria y artística de los surrealistas, los cubistas y los dadaístas (51), el cual es valorado por Taylor como un desafío de los altos valores artísticos de la originalidad (55) y una grieta de la retórica burguesa (56). Finalmente, la “nota roja” como característica de los periódicos latinoamericanos, y la cual en este caso sirve de “trampolín” (51) para el desarrollo del relato. Así la obra de Labbé permite cuestionar los medios heredados, sus rasgos y la manera cómo estos se actualizan dentro del contexto digital.
Respecto a Eveline, fragmentos de una respuesta (2004) de Marina Zerbarini, Taylor explora la manera cómo se produce una nueva narrativa digital a partir de una actualización del texto fuente Eveline, de James Joyce. Se sostiene que Zerbarini problematiza una serie de técnicas de la era digital, que aborda los rasgos joycianos llevándolos al límite a través de tres aspectos: una versión de los silencios y elipses de Joyce representados por ciertas “brechas” como hipervínculos (85), léxico fragmentario e imágenes oscurecidas, la frustración del cierre narrativo y, por último, la representación del “flujo de conciencia digital” representado mediante el vínculo constante entre lexías e imágenes.
Si bien las obras seleccionadas por Taylor tienen como elemento en común el hipertexto, se observa que cada una de ellas propone una tensión especifica con una producción artística o literaria anterior y el contexto digital en el que son creadas. En este sentido, y teniendo en cuenta la etiqueta de Cadáver exquisito que uno de los mundos de la obra Golpe de gracia (2006) de Jaime Alejandro Rodríguez recibe, Taylor propone una exploración de este término y su relación con el surrealismo, abarcando posturas como las de Marcel Duhamel, Jacques Prevert, Yves Tanguy o André Breton. Añádase a esto igualmente, la evocación al Whodunnit en cuanto a la trama y la caracterización de la obra (117). A partir de estos dos rasgos dominantes, se sostiene que, a diferencia de la novela policíaca tradicional, la narrativa del crimen en la obra de Rodríguez no gira solamente en torno a un individuo sino en torno a la corrupción y la violencia del sistema (118). Adicionalmente, y retomando los postulados del Whodunnit planteados por Todorov, Taylor afirma que, si bien este género es generalmente construido a partir de ciertos efectos como el de un cadáver y ciertas pistas que permitirán encontrar el culpable, se advierte que en el plano digital dichos supuestos son transgredidos, puesto que la víctima es inestable; es decir, el lector tiene la posibilidad de cambiarla, lo que implica el deshacerse de la idea del crimen individual que moviliza el Whodunnit (130) para dar lugar a nuevas rasgos literarios del contexto digital.
El análisis de Taylor supone diversos matices y componentes teóricos o literarios pese a la naturaleza hipertextual en común de las obras planteadas. De la obra de Belén Gache, Taylor propone un análisis “de las negociaciones entre los géneros literarios y tecnologías digitales” (153) tanto en Góngora Word Toys (2011), como en Radikal Karaoke (2011). En la primera de ellas se consideran algunos elementos pre-digitales presentes en el poema Soledades de Luis de Góngora y la manera cómo estos son retomados en la obra de Gache por medio de animaciones, remixes, visualizaciones, o interacciones con el lector. Mientras que en Radikal Karaoke se contemplan una serie de clichés y frases comunes propias de “de las estructuras del capitalismo corporativo sin rostro” (154) con las que el lector debe interactuar. En esta propuesta, la obra de Gache constituye una crítica a la tecnología tanto como a otras fallas presentes en los contextos digitales.
Otra propuesta de adaptación digital es la presentada en Minima Moralia Redux (2011) de Eduardo Navas, quien realiza un ejercicio de reescritura de los aforismos de Theodor Adorno en el siglo XXI. Navas manifesta una crítica de lo que la vida cotidiana supone bajo la influencia del capitalismo informativo tardío (193). Aborda igualmente la visualización de los aforismos mediante recursos propios de un blog, tales como utilización de imágenes, lexías y nubes de palabras. De igual modo, cuestiona el funcionamiento algorítmico de los motores de búsqueda al realizar un intento de representación visual de sus entradas textuales mediante hipervínculos con el motor de Google. De este modo demuestra que las imágenes presentadas varían de persona a persona en función de diversos factores (gustos, posición geográfica, etc), posición que Taylor valora a través de nociones como “dataveillance” (Zimmer), ‘capitalismo lingüístico’ (Kaplan), o capitalismo algorítmico (Bilić) entre otros (216).
En el último capítulo de la obra se estudia Hotel Minotauro de Doménico Chiappe (2013- 2015). A través de esta obra hipermedia, se lleva a cabo una reelaboración del mito del minotauro. En ella el laberinto es transformado metafóricamente en la red de internet, y su principal dinámica consiste en cuestionar la “mercantilización del cuerpo femenino en línea” (225), y otros aspectos como el régimen de visibilidad y la “hipersexualización” del cuerpo femenino (256). Taylor examina la estructura hipertextual de la obra desde una óptica rizomática con las teorías de Deleuze y Guattari, Marie-Laure Ryan o Stuart Moulthrop señalando la naturaleza no jerárquica de su estructura.
A través de esta obra, Taylor ofrece un panorama bastante amplio sobre la literatura latinoamericana en el siglo XXI, demostrando la manera cómo estas obras dialogan con otras prácticas artísticas u obras literarias pre-digitales. Algunas veces, dichos diálogos dan lugar a una transgresión de los límites de los géneros literarios tradicionales (p251) –Zerbarini o de Rodríguez– generando nuevos horizontes en el plano literario. Por otra parte, Taylor sostiene que la realización de estudios culturales digitales críticos implica prestar particular atención a las plataformas sin dejar de lado los matices sociopolíticos que involucran las diversas plataformas en las que estas obras son producidas.