Polvos de arroz, de Sergio Galindo. Una mirada a la vejez femenina durante la modernización de México
En 1958 Carlos Fuentes publica La región más transparente, novela que de acuerdo con la crítica inaugura la “literatura urbana”1. Aunque los relatos sucedidos en la Ciudad de México son fácilmente rastreables a la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, la novela de Fuentes marca un antes y un después en la forma de plasmar la vida en la urbe, pues la ciudad comienza a verse como una metáfora de la lucha de clases que sucede en la capital del país. Al mismo tiempo, la novela inaugura una nueva tradición que había estado previamente encabezada por la literatura de la Revolución2. Así, la novela urbana, según se entiende a partir de La región más transparente deja atrás a la sombra de la literatura de la Revolución y comienza a forjar un imaginario del México moderno.
Polvos de arroz, la primera novela de Sergio Galindo3 también fue publicada en 1958 y al igual que su coetánea La región más transparente, retrata a la Ciudad de México como un espacio donde la historia reciente se ha trascendido y el espacio se convierte en una metáfora de la modernidad4. En la novela, también destaca un contrapunto entre la ciudad y la provincia ya que nuestro personaje principal, Camerina Rabasa, es una mujer anciana de la provincia veracruzana, por lo que en la novela conviven no sólo los tópicos de la ciudad moderna, sino que también se asoman las tradiciones añejas de un México pasado. El presente texto busca mostrar cómo a través del personaje de la novela se muestra la ambivalencia del país durante los años cincuenta, pues, por un lado, la anciana -representante de la tradición arraigada en el porfirismo5- no logra encontrar un lugar propio en el mundo moderno representado por la Ciudad de México.
Estos contrapuntos entre la tradición y la modernidad se muestran en la relación que Camerina mantiene con un joven y que la obliga a replantearse sus propias decisiones de vida. Así, a diferencia de lo que sucedió en su juventud, durante la vejez, la mujer se muestra como un ente rebelde y vigoroso. Actitudes que no concuerdan con su formación por lo que estas mismas actitudes serán su ruina. La relación de Camerina y el joven Juan Antonio trastoca los cánones sociales establecidos, al mismo tiempo que pone sobre la mesa los problemas de autopercepción que la protagonista tiene sobre sí misma. El presente estudio estará basado en el análisis de cómo Polvos de arroz trae a colación a través de la historia de una anciana temas relativos a los cambios temporales acaecidos con la modernización del país y los roles de género que, a pesar de los cambios sociales continúan perpetuándose.
Polvos de arroz es, además, la primera novela publicada de Sergio Galindo. A ésta seguirían: La justicia de enero (1959), El bordo (1960), La comparsa (1964), la celebrada Otilia Rauda, (1986) entre otras y varias colecciones de cuentos. Toda la obra de Galindo pone de relieve conflictos personales del ámbito privado, de la autopercepción y de la incapacidad de los personajes por crear relaciones interpersonales y, por tanto, el sufrimiento de estos ante una soledad latente.
El título de la novela es por demás sugerente: los polvos de arroz son un maquillaje utilizado desde tiempo ancestral lo que nos lleva a pensar de manera inmediata en su uso como maquillaje tradicional, aunque, por otro lado, podríamos pensar en el arroz que nunca fue lanzado para celebrar el matrimonio de Camerina, convirtiéndose las ilusiones de la mujer en polvo.
Camerina atrapada en un tiempo sin tiempo
La novela de Galindo transcurre en apenas un par de días, cuando Camerina va a Ciudad de México a visitar a su sobrina Julia y la familia de ésta, aunque en realidad la razón de su estadía es para conocer a Juan Antonio, un joven con quien mantiene una relación epistolar. Gracias a las constantes puestas en escena de las memorias y pensamientos de la protagonista somos testigos de, prácticamente, su vida entera. Al menos desde la muerte de su madre hasta el momento actual de la enunciación que corresponde a un periodo de cerca de 40 años.
El compromiso de Camerina con Rodolfo Gris se da aproximadamente entre 1912 y 1916, cuando la mujer tenía entre 24 y 30 años; el tiempo de la narración corresponde al tiempo actual de la novela por lo que podemos ubicar la acción en 1958, aproximadamente. Sin embargo, la novela no abunda en marcas temporales, apenas deja entrever momentos que sugieren en qué época nos encontramos.
Por ejemplo, hay un episodio después del compromiso de Camerina con Rodolfo en el que la sombra de la Revolución asoma durante un momento:
Era en una época en que se podía esperar muchos años, muchos, sin apremio. De tal lentitud que a veces se antojaba que podía seguir así, interminablemente y hasta se temía el más ligero cambio. Por eso, sin duda, nunca hablaban de política y trataban de evitar cualquier comentario que les hiciera comprender que la vida llevaba otro curso, lleno de cambios decisivos. En las tardes en que toda la ciudad corrió de un lado para otro y sonaron los disparos de los rifles, ellos cuatro siguieron inalterables, tercos…Amar en suma, no vivir en el tiempo (Galindo, 2012, pp. 21-22).
La última frase del párrafo anterior permite que notemos cómo ha sido la vida de Camerina. Para ella los acontecimientos fuera de su vida personal o sentimental no importan por lo que el tiempo o la época en la que vive no es relevante mientras esté amando y siendo amada. Por otro lado, la evidente ocultación de la Revolución mexicana sugiere, quizá, que para la Generación del Medio Siglo6 -grupo al que pertenecía Galindo- no era ya necesario mostrar el conflicto armado en un primer plano e insinúa que, a pesar de las evidentes consecuencias sociales que tuvo para la población, era necesario no seguir deteniéndose en este periodo y avanzar hacia el México presente.
La casa que habita Camerina se convierte poco a poco en un monumento al pasado y las bodegas que otrora sirvieron para guardar alimentos durante la escasez de la guerra ahora están repletas de muebles viejos, retratos, “basura” -como lo llama ella- y es quizá uno de los elementos más significativos para comprender que el pasado, al no avanzar, se convierte en monumentos inservibles.
Tal situación, de igual forma explica la fascinación de Sergio Galindo por los personajes provinciales y la relación que estos tienen con la modernidad (Balderas Chacón, 2011, pp. 7-8). México como tantos otros países, ha basado su proyecto de nación en la modernización de las grandes ciudades, mientras que las ciudades alejadas de la capital conservan tradiciones y valores de épocas pasadas en comparación con la cosmopolitización de la urbe.
Algunos ejemplos de lo dicho se manifiestan justamente en los recuerdos de la protagonista sobre lo que fue su vida durante su juventud. Recuerda, por ejemplo, el miedo que su padre ejercía sobre ella:
-¿Por qué lloras? -preguntó don Teodoro Rabasa. Camerina no respondió-.
-¿Es cierto que tienes novio?
Camerina lo observó recelosa, sorprendida…
-¿Tienes? gritó.
Ella asintió. Nunca había aprendido a mentirle.
-Tráelo. Les daré permiso (Galindo, 2012, pp. 20-21).
También recuerda su angustia cuando su padre perdía la compostura al beber: “…se ponía a beber coñac y a hablar de su esposa. Pero en las últimas semanas se había vuelto desagradable. Les contaba cosas feas, verdaderas porquerías, y una noche Camerina le dijo a su hermana: -Debía recordar que somos señoritas” (Galindo, 2012, p. 34), acciones que, aunque comunes para las primeras décadas del siglo XX, van convirtiéndose poco a poco en situaciones intolerables ya que el matrimonio, única salida posible de la vida familiar nunca llega.
En Polvos de arroz también somos testigos del choque de valores de época que Camerina ha experimentado durante su vida. Enviar a Julia, hija de su hermana Augusta, a principios de los años cuarenta a estudiar a la ciudad capital es el primer indicio de que la mujer comprende que el mundo está cambiando. Meses después de enviarla a la ciudad rechaza la idea de que su sobrina se case joven, pero años después, en el presente del relato, se muestra comprensiva ante la decisión de su sobrino-nieto para casarse. Ambas situaciones son similares, aunque con años de diferencia, lo que permite que haya un contraste con la forma en la que Camerina reacciona ante ambas noticias. Sin embargo, el choque más evidente e importante en la vida de Camerina se relaciona con la forma en la que vive el amor romántico.
Sexualidad y amor en la juventud y vejez
Durante su juventud, Camerina siguió los valores marcados por la época. Se compromete con un joven recién llegado a Jalapa y cuyas interacciones se dan en la sala familiar rodeados de su hermana, su padre y las criadas. El trato entre Rodolfo Gris y Camerina es más bien cordial y no pasional, y el matrimonio se retrasa por la pérdida de tierras del joven, probablemente a raíz del reparto agrario, producto de la Revolución.
La relación con Rodolfo, como su apellido, fue totalmente gris, no hubo nunca un deseo manifiesto y el compromiso matrimonial parecía para ambos sólo una transacción necesaria para vivir en sociedad. Incluso el que Rodolfo y Augusta -la hermana de Camerina- tengan un romance del que nace Julia, no es un factor que rompa con el compromiso y con la idea de vida que Camerina estaba dispuesta a seguir. Después de la muerte de Rodolfo, Camerina se resigna a su vida de perpetua soltería.
No sería hasta 40 años después cuando se despierta en ella el deseo, un deseo nunca manifestado por Rodolfo. Desde la azotea de su casa, la vieja observa a unos jóvenes trabajadores con el torso desnudo y es entonces cuando decide contestar una carta publicada en una revista del corazón.
Sin embargo, la falta de pasión que Camerina experimenta durante su juventud es compensada con el deseo sexual que explota en sus años de vejez, primero con los trabajadores y, posteriormente, a través de la correspondencia con Juan Antonio donde se lee el deseo explícito de la anciana por el joven:
Sí, te quiero. Me lo repito y lo creo, lo siento, pero dímelo tú a mí, repítemelo en cada una de las líneas de tus cartas, tus palabras siempre suenan en mi oído como si fuera la primera vez que las dijeras. Dime que me amas. Muchas veces, dímelo millones de veces. (Galindo: 67)
La manifestación del deseo de una mujer vieja por un hombre joven es una trasgresión de lo tradicionalmente establecido. Si bien la literatura cuenta con ejemplos de relaciones con edades dispares éstas generalmente corresponden a hombres viejos atraídos por jovencitas. En la relación entre Camerina y Juan Antonio notamos entonces una ruptura con la tradición literaria de la figura de una anciana.
Comúnmente el tópico literario muestra a las ancianas como arquetipos establecidos: ya sea como una mujer sabia, o una bruja o curandera, según Muguruza Roca quien hace un recorrido por las representaciones de la mujer anciana en diversas manifestaciones artísticas, encontramos que:
[…] aunque la valoración social de esta edad ha sido fluctuante a lo largo de la historia occidental, hay una tendencia general a la degradación en la que intervienen factores complejos, socio-económicos, culturales e incluso demográficos. Sin embargo, esos factores no operan de igual manera para los hombres que para las mujeres […] Esta situación de desequilibrio que denigra y demoniza a la mujer anciana se ha explicado por diferentes vías. Desde una perspectiva antropológica, Snow (2005) ve su demonización como resultado de la deformación de los mitos paganos matriarcales tras la llegada del patriarcado cristiano. Las interpretaciones psicoanalíticas sobre el miedo a la madre y su consecuente desplazamiento en la literatura (Cruz, 1998: 138) son también aplicables a la mujer madura y a su valor simbólico (Cotoner, 2007: 265). Socialmente la mujer anciana es un estorbo: sin una clara función social, la vieja se hacía molesta y onerosa incluso para su familia, lo que podía agravarse con un comportamiento a veces senil y asocial (Ortega, 2002: 399- 402) (Muguruza Roca, 2008, pp. 393-394).
El amor y el deseo sexual en la vejez son temas que raramente son socorridos por la literatura, aunque se cuentan con ejemplos como las obras de García Márquez El amor en los tiempos del cólera (1985) o Memoria de mis putas tristes (2004) por referir las más famosas de la literatura latinoamericana, es necesario indicar que éstas están escritas desde una perspectiva masculina en la que el deseo juega un papel más bien accesorio. Como muestra Murguruza Roca, la vejez no se vive y percibe de la misma forma para hombres que para mujeres. En el caso de las novelas de Márquez, el amor y la sexualidad en la senectud se convierten en un juego de dominio sobre el cuerpo femenino. Mientras que en Polvos de arroz la relación entre Camerina y Juan Antonio es pasional, Camerina ve al joven como un niño al que tiene que cuidar, es decir, la relación se da casi de forma maternal.
Desde una perspectiva psicoanalítica, el amor y el deseo sexual durante la vejez, según De Beauvoir siguiendo a Freud, obliga a: “preguntarse en qué se convierte la relación del hombre consigo mismo, con los demás, con el mundo, cuando ha desaparecido en la organización sexual el primado de la genitalidad” (De Beauvoir 1970, p. 393). Esta interrogante abre otras, ya que sería necesario, en primer lugar, preguntarnos de forma ontológica si acaso el cuerpo es nuestro único medio de comprensión del mundo. Es cierto que la percepción que tenemos del mundo y nuestra relación con él depende del cuerpo que tenemos, sin embargo, centrar todo el desarrollo humano en la corporalidad es reduccionista del resto de elementos que conforman a la conciencia de uno y del medio.
Siguiendo tal lógica, Camerina comienza a figurarse como un personaje rebelde ya para la tradición literaria, ya para los valores de época que en ella se encarnan. No solamente descubre su sexualidad durante la vejez, sino que es a través de un joven de quien podría ser abuela. Sin embargo, es necesario remarcar que la rebeldía de la mujer es casi inocente ya que tal actitud no surge de un proceso de empoderamiento sino de la infantilización que trae consigo la vejez. Siguiendo a Simone de Beauvoir comprendemos que la naturaleza infantil al ser reprimida durante las etapas de la vida se vuelve inevitable de contener en los últimos años y por lo tanto se genera este vínculo, que la sociedad ha entendido como una oportunidad para disminuir a los viejos. El problema con ello es que la infantilización del anciano es una perspectiva limitada de la psique de la persona. La diferencia fundamental entre el niño y el anciano es que éste último comprende su naturaleza finita. Por lo que sus acciones están siempre marcadas por la sensación de vacío (De Beauvoir, 1970, p. 396).
Camerina es muy consciente de que el amor de Juan Antonio es la última oportunidad que tiene para ser amada, constantemente se pregunta por el sentido de su vida y recuerda las muertes de aquellos que la rodeaban: “Es complicado iniciar la reconstrucción de uno mismo y regresar con otros ojos a una vida vivida hace mucho tiempo, con objeto de apresar su significado, y saber: ¿por qué existe uno? ¿Por qué?” (Galindo, 2012, p. 17). De tal forma que la rebeldía de la anciana se presenta como una actitud atemporal. En su actual vejez Camerina ya no está sometida a “las buenas costumbres” de su familia y sería más libre de tomar decisiones. Así, gracias al nuevo enamoramiento la mujer recupera, o más bien, explora, el deseo que nunca pudo manifestar por su prometido cuando era joven.
Autopercepción y preocupaciones corporales
Los discursos superpuestos con los que se construye la narración nos muestran de manera paralela la relación de Camerina con Rodolfo Gris y la visita a Ciudad de México, haciendo patente las diferencias temporales entre ambos periodos. Ambos discursos se van entremezclado durante toda la historia de manera tal que, en ocasiones los pensamientos presentes y recuerdos de Camerina se encuentran en un mismo nivel y no sabemos con exactitud si se dirige a Rodolfo o a Juan Antonio.
A pesar de que Camerina comprende que “los tiempos han cambiado” frase que se repite cual mantra para justificar su relación, además de hacerla confiar en que en la ciudad, acorde con los nuevos valores, su deseo pueda ser satisfecho, la mujer es incapaz de entrar por completo en la modernidad. Ha engañado a Juan Antonio sobre su edad y no es capaz de decir la verdad porque no quiere perder la esperanza de otro tipo de vida, de una vida en la que pueda ser amada de nuevo. Aunque Juan Antonio representa la esperanza de la anciana para ser parte de un mundo moderno, ésta se niega la oportunidad de asir lo que desea por miedo a perder incluso la esperanza. Inhabilitada para conocer a su amor en persona o al menos de llamarlo por teléfono, Camerina pierde su oportunidad de dejar tras de sí la vida provincial y los valores añejos que tiene arraigados y apenas puede acariciar de lejos la posibilidad de ser una mujer moderna que haga valer sus deseos.
Camerina está constreñida a los valores bajo los que creció y fue educada. Podemos notar esta afirmación cuando va de compras con su sobrina-nieta: en secreto admira su cuerpo y su juventud, por lo que se plantea la posibilidad de confesarle su relación secreta para que ésta le ayude a cambiar su forma de vestir y verse algo más joven, sin embargo, este intento se frustra ante la incapacidad de la vieja de siquiera cambiar el tipo de maquillaje que utiliza para ocultar sus arrugas.
Más allá de sus 70 años, lo que preocupa a la mujer es su gordura. En el cuerpo es en donde se han manifestado las carencias emocionales y físicas de la vieja; la mujer comienza a engordar tras años sin fin de relación de noviazgo con Rodolfo, por lo que podemos asociar el vacío de la pérdida con la ingesta calórica sin control. Según Gilles Lipovestsky: “el cuerpo mismo ha perdido su estatuto de alteridad […] en beneficio de su identificación con el ser-sujeto, con la persona. El cuerpo ya no designa una abyección o una máquina, designa nuestra identidad profunda” (Lipovestsky, 1986, p. 61).
Argumento con el que podemos comprender la preocupación corporal de la protagonista pues todo se reduce a su autopercepción como “mujer obesa” más allá de “mujer vieja” pues, como hemos visto, la vejez le ha devuelto, irónicamente, una chispa infantil. Así, la gordura produce en ella mayor angustia que la vejez y por ello comprendemos su autorrechazo mismo que manifiesta con el asco que le produce mirarse al espejo.
Camerina muestra que no es necesario mantener un cuerpo lozano y joven para albergar sentimientos sexo-afectivos, pero también es ridiculizada por tenerlos. Mientas que, por un lado, Camerina comienza a reconocerse como un ser deseante, la sociedad reprime esos deseos. Al encontrar su correspondencia con el joven su familia se escandaliza y se divierte por igual:
—¿Te imaginas el susto de ese pobre muchacho?
—¡Su cara!
—No sean bobos, no es una cosa para reír […]
—No debiste contar nada, Perla.
—¡Tú también te reíste!
—Lloré.
—Te reías, mamá, juro que te reías, ¡y mira la risa de papá!
—¡No griten! —suplicó Julia—. ¡Puede despertar!
—No importa, la pobre es capaz de oírnos y no entender que se trata de ella. Debería preocuparse por sus años, no por sus kilos.
—¡Es un vejestorio!
—¡Pobre, querida vieja chocha! […]
—Es algo tan risiblemente tierno […]
—¡Pero alborotarse a su edad!
—Tú comprendes menos, eres hombre, no te das cuenta… Ella es… ¡Oh!… La pobre es muy buena.
—… y muy vieja.
—… y muy gorda (Galindo, 87-88).
En la conversación anterior podemos notar, precisamente, cómo se justifica el amor y deseo de la mujer a través de su edad. Adjetivos como “muy buena”, “pobre vieja”, “risiblemente tierno” son ejemplos de cómo la vida durante la vejez se convierte tan sólo en una réplica de las ilusiones infantiles y, por lo tanto, no son tomadas seriamente.
Ante el rechazo social por sus muy reales sentimientos, Camerina decide desaparecer de forma simbólica, finge dormir para no escuchar los comentarios mientras que llora su destino. De nueva cuenta la mujer debe renunciar a sus deseos: en su juventud debido a que los valores tradicionales la obligaban a comportarse de forma púdica y virginal, en la actualidad del relato a pesar de la vanguardia de pensamiento que significa la urbanidad de nada sirve rebelarse cuando se está en el nadir de la vida.
Conclusiones
El proceso de individuación7 de la anciana, aunque acorde con el proyecto modernizador del país, llega demasiado tarde y este proceso se ve interrumpido por la toma de conciencia –a fuerza– de su posición en el mundo. El cuerpo de Camerina, no joven ni esbelto, se vuelve –irónicamente– el impedimento para cumplir sus deseos carnales.
Camerina intenta romper con los estereotipos de edad y género pues, como hemos visto, el problema de Camerina no es el intentar entrar en un mundo moderno sino el no poder romper con los roles establecidos. El cuerpo de Camerina no sólo es viejo y obeso, sino que también es femenino y, en última instancia, es eso lo que le impide perseguir la esperanza de una relación que la haga sentirse joven y parte del mundo.
El final de la obra resulta por demás trágico, Galindo presenta a una protagonista atormentada por la sensación de no haber disfrutado la vida. Reconocemos a Camerina como una mujer fuera de tiempo, que a pesar de intentarlo se encuentra tan deslindada del presente como durante su juventud se deslindó de la guerra a su alrededor. El vivir en una burbuja de ilusiones ha trastocado la posibilidad de presente para la anciana.